La 3ª. Edición de Baila en Cuba, para aprender a bailar casino, salsa, cha cha chá y otros ritmos, se celebró del lunes 24 al domingo 30 de noviembre, en el Club Habana y Pabexpo del barrio de Siboney en la capital cubana. Participaron las más apreciadas orquestas bailables y salseras en Pabexpo.
Las bandas que participaron fueron: Los Van Van, Pupy y los que son son, Revé, NG La Banda, Bambolero, Charanga Habanera, Paulo FG, Haila, Pachito, Adalberto y su Son.
Esta fue una especial oportunidad de asistir a conferencias magistrales y talleres impartidos por prestigiosos académicos y profesores. En los conciertos en vivo se mostraba la euforia colectiva tan característica de Cuba, donde el toque negro es decisivo.
Las sedes fueron situadas en los hoteles Melía Habana y Comodoro, en la zona del Litoral habanero.
Los bailes resultaron multitudinarios, las bandas que más arrastran público estaban presentes en los grandes salones de Pebexpo. Muchos visitantes gozaron de lo lindo, se encontraron con sus grupos preferidos y participaron en clases de baile, de estilos cubanos.
Los ritmos y los bailes en Cuba son muchos, más de 25 ritmos se han creado, muchos de ellos de empuje mundial como el cha cha chá, el mambo, la rumba, la conga, la guaracha, la habanera, la criolla, el danzón, el bolero, etc.
Las academias de baile en Cuba pasaban de veinte, las sociedades se contaban por cientos, para todos los estamentos, los salones de bailes tenían capacidad hasta para diez mil personas (La Polar y La Tropical). La cultura cubana está estrechamente ligada al baile, eso es una verdad de Perogrullo, que no por tanto decirla, muchos lo comprenden.
El baile el cubano lo eleva a categoría de institución, le rinde apasionado culto, en cualquier edad de la vida y aún en cualquier estado de ánimo, aquello ejerce sobre él una fascinación de la que muy pocos logran sustraerse. El baile es una de las manifestaciones más naturales y espontáneas de la alegría y puede darse como cosa averiguada, que las piernas de los primeros danzantes debieron moverse a compás de los iniciales latidos de un corazón regocijado y en acción de gracia por una felicidad imprevista. No existe pueblo alguno que haya rendido tributo a esta peculiar manera de expresar el júbilo de un ánimo satisfecho. El baile es hijo de la naturaleza y la alegría y fiel reflejo de un alma sana en cuerpo robusto, puede darse en Cuba. (José Antonio Saco)
Desde lejanos tiempos en la colonia existían los bailes de cuna (reunión de gente criolla, negros, blancos y mestizos, para bailar y jugar, que algunos denominan en otros espacios guateque, changuí o bailecito de candil). Se estima que el nombre provenga del calo –gitano-, que quiere decir esquina, rincón, arrabalero, humilde. Fernando Ortiz considera que la voz cuna quiere decir lugar, procede del congo kina, bailar, baile de negros. Kuna mbanza fue la denominación que los congos dieron en Cuba a la ciudad de La Habana “ciudad capital”.
Esos bailes no eran de etiqueta, con soberanos bastoneros, simplemente se usaban guitarras, arpas y poco a poco algunos instrumentos raros de percusión.
Sobre estos bailes escribieron Esteban Pichardo, Cirilo Villaverde (Cecilia Valdés) y Luis Victoriano Betancourt, quien decía que “todos los patronos tenían sus fiestas, todas las fiestas tenían sus cunas y sus mesitas, y sus convites y sus bailes…”
A través de todos estos años, desde la colonia se crearon muchos tipos de baile, yeyé (que después el pop tomó esta palabra para ciertas músicas electrónicas de moda), congo, cachirulo, paracumbé, balsa, un baile que mareaba a cualquiera. Estos bailes de origen africano, de mulatitos parejeros y mulatas del rumbo, se oponían a los aristocráticos bailes importados: minué, rigodones, lanceros, cuadrillas, custodiados por “bastoneros”, para divertir a ociosos petimetres que en tiempos modernos (década 1960) llamaban a los enfermitos o cepillitos (ten ages), según me cuenta María Teresa Linares.
En la década de 1930-1940 se bailaba en La Habana una especie de botecito, que era una coreografía sencilla de moverse para un lado y para otro. A eso lo cubanos le llaman “halar agua”, bajar y subir agua de un pozo.
En la década de 1950, quizás sobre 1957, con la popularización del rock and roll de figuras de parejas, se crea en La Habana el baile del Casino, por haberse gestado en el Club aristocrático Casino Español.
La historia del Casino lleva capítulo aparte, es el baile más popular de los salones de baile cubanos. Posee una coreografía complicada, dice la coreógrafa Gladys González que los cubanos bailan a “contratiempo”, distinto a como bailan en todo el mundo “a tiempo”.
El Casino vuelve a tomar auge en la década de 1960, cuando los club sociales pasan al disfrute de las grandes masas. Los jóvenes iban al Patricio Lumumba, uno de los más conocidos club con nombre nuevo a hacer coreografías, a veces con decenas y hasta cientos de parejas.
Pero, en la etapa revolucionaria, en estos 50 años tuvo que crearse algún nuevo tipo de baile. Ese baile es el Despelote. En 1984, en plena explosión de la Revé (con el pianista y orquestador Juan Carlos Alfonso), en los carnavales de la calle Prado, encima de la plataforma, el cantante Ricardito Alfonso expresó a toda voz: “El Despelote”, que consistía nada menos que en un baile separado, con las manos arriba o al centro moviéndolas en éxtasis, con la lengua afuera. Un baile totalmente sensual, provocativo, de origen africano. No olvidemos que los bailes africanos –según escribe Fernando Ortiz- no es un baile de parejas.
Ese baile es como una electrocutación de alto voltaje de la 33 mil, un baile de éxtasis colectivo. No podemos desconocer este baile, hasta en los mismísimos Estados Unidos, en los programas de baile, de coreografías, de películas musicales, aparece esta influencia.
El pasado domingo 23 vimos el musical Toma mi mano, con el actor español Antonio Banderas. En las coreografías mezclaban movimientos raperos con la timba caliente de Cuba. ¿De dónde se van a sacar los nuevos pasillos y movimientos, si no son de la selva insondable que se trasplantó en las plantaciones de negros esclavos? Esos atrevidos pasos se encuentran a buen resguardo en el mundo arrabalero cubano, en los carnavales, rumbas, congas, fiestas, en los lugares más inusitados.
En mi experiencia como “observador” de bailes en fiestas de quince, de bailes populares multitudinarios, nunca observé más placer en las grandes masas que cuando bailaban esta música timba en grupos que sobrepasaban cientos de miles. La coreógrafa Cristy Domínguez, Dtra. del Ballet de la Televisión Cubana, reconoce que la timba es un baile más que ya se baila en medio mundo. “Made in Cuba”.