Orquesta Aragón

El sistema de trabajo de la Orquesta Aragón

En tiempos lejanos, cuando se crea la orquesta Aragón, en Cienfuegos, no existían las academias musicales como hoy las vemos por todo el país. Las orquestas se convertían, por vía de consecuencia, en las verdaderas escuelitas de música de los nuevos músicos. (Aniversario 73 de la Charanga Eterna).

El entrenamiento musical en los propios bailes populares, iba dando a los músicos un oficio que, años después, convertían a cada instrumentista en artífices de una “nueva técnica”.

La Aragón, al inicio, tocaban hasta seis tandas por noche, y lo hacían, a veces en matiné, media noche y madrugada. Las voces –hay que recordarlo- eran de una potencia asombrosa. Muchas veces tocaban en Cienfuegos y, en sólo unas horas, en La Habana, en un “Pisa Corre” (carro tipo limusina criolla), no se sabe cómo se introducían todos los integrantes dentro del auto, con el contrabajo y demás instrumentos.

Cuando leemos la historia de Los Beatles –ingleses al fin-, empleaban un sistema de trabajo que ya la Aragón lo tenía implantado varias décadas antes. El representante Brian Eptien, le entregaba a cada integrante de Los Beatles, una especie de lo que hoy llamados “agenda” que contenía el plan de actividades programadas, con las atinadas orientaciones de comportamiento.

A continuación presento una de esas notas entregadas a los músicos, en abril de 1956, a propósito de una presentación en el Club aristocrático Yacht Club de Cienfuegos:

“Todos debemos asistir puntuales a la citación para fortalecer nuestra disciplina de siempre y evitar portillos que den entrada poco a poco a cuestiones que debiliten nuestro crédito y prestigio. Nuestros intereses deben ser vigilados por cada uno de nosotros, de manera responsable y fiel, así consolidaremos nuestro triunfo por mucho tiempo. Ni las multas, ni las discusiones sistemáticas benefician nuestra organización, si no hay una interpretación correcta y responsable de parte de cada uno de nosotros de cómo portarnos en el desenvolvimiento de nuestro trabajo en la orquesta que hoy ya constituye nuestro único medio de vida”.

Recordamos aquellas memorables presentaciones de la Aragón de la década de 1950 en adelante, en las que el primero en subir al escenario era el director Rafael Lay. Una vez que Lay sacaba el arco de violín y comenzaba a dar algunas notas de afinación, al instante ya estaban todos los integrantes encima del escenario. Era algo asombroso que todos contemplaban en aquellos días inolvidables.

Rafael Lay decía que, al comienzo no se admitía bebida alcohólica. “Nosotros poníamos las cartas sobre la mesa; explicábamos las normas del colectivo. Fuimos una orquesta colectiva, cooperativa. Partíamos la naranja a partes iguales, nadie se llevó un centavo de más. El 9 por ciento era para gastos generales del grupo, uniformes y apoyo a los enfermos”. (Entrevista de Erena Hernández). En La Habana, en su primera etapa, los músicos vivían en lugares muy reducidos, se sostenían con el famoso café con leche, según me contaba Richard Egües. Eso los compulsaba a luchar, a trabajar sin descanso con esa sed de triunfo que tiene siempre la juventud.

Con esta disciplina y con su talento musical llegaron a presentarse, en la capital en los salones más exigentes: Tropicana, Sans Soucí, Copa Room del Hotel Riviera, Caribe del Hotel Hilton, La tropical, La Polar, Centro Asturiano. También se presentaban en sociedades de negros: Club Marianao Social, Buena Vista Social Club, Liceo Inter Social, Las Águilas, Unión Fraternal, Prado y Neptuno (Amores de Verano).

Con los años llegaron a presentarse en los mejores escenarios del mundo, desde el Olympia de París, Carnegie Hall, el Lincoln Center de Nueva York. Sala Tschaikowsky de Moscú, Poliedro y carnavales de Caracas, Minas de Chuquicamaca, Jardines de Guinea, Festival de la salsa de Cali, Colombia. En África fueron reyes y en América ídolos de multitudes.

Fueron los mejor pagados de la década de 1950, al igual que Benny Moré, ya en julio de 1956 cada músico recibió libre de gastos mil pesos (dólares), una verdadera fortuna en aquellos tiempos en que un plato de comida costaba diez centavos. Recordemos que, un año antes, en los días en que Egües compuso El bodeguero, lo hizo sin haber comido convenientemente en esa noche.

Esta experiencia puede servir a las nuevas generaciones, el sacrificio es parte de la carrera musical. La Aragón fue una academia de música, y una escuela de la disciplina. A la cima no se llega por un camino de rosas.