Septeto Nacional

El Son estremeció a Nueva York

(Gira del Septeto Nacional por EE.UU). El son llegó por primera vez a Nueva York en la década de 1920, en lo que resultó el primer Boom de la música cubana en América; con “exóticos” instrumentos de percusión nativos, produciendo una extraña música, la fiebre de los sextetos sacudió a los rascacielos de Nueva York.

Con aquella música hereje, viajaron a Nueva York, en 1927 el Septeto Nacional de Ignacio Piñeiro, apoyados por la disquera Columbia que competía con la Víctor. Las grabaciones de Piñeiro causaron gran sensación en toda América, fueron, junto a Matamoros y Arsenio Rodríguez, los paladines que fascinaron y alimentaron muchas de las músicas latinas, incluyendo la “salsa” de Nueva York.

Ahora, a más de ocho décadas, dos décadas, después de asentado el polvo, bajo los arcones de la nostalgia y el polvo de los años, el Septeto nacional de Ignacio Piñeiro regresa a Nueva York para ser admirados por los más reconocidos músicos latinoamericanos y estadounidenses.

Conversé con el representante del Septeto Nacional, Ricardo Oropesa para que me cuente de la gran gira por EE.UU., y me muestre las fotos y los videos.
“Estuvimos en EE.UU en el mes de noviembre para ofrecer 25 conciertos, especialmente en Nueva York, donde nos presentamos en el Bronx, en la Universidad de Hostos y en el club SOBS. El New York Times dedicó cuatro reportajes a los músicos cubanos. A muchas de estas presentaciones acudieron en masa las estrellas de la salsa: Johnny Pacheco, Eddie Palmieri, Gilberto Santa Rosa, ellos decían que no podían morirse sin vernos en Nueva York. Pacheco estaba enfermo, pero allí acudió sin falta. Ellos aseguraban que el Septeto Nacional fue el origen de la salsa, el que sazonó la música contemporánea (Échale salsita). Gilberto Santa Rosa improvisó sobre el tema Échale salsita: Son los padres de la salsa/ el Septeto nacional/ Ahora con estos versos/ yo les quiero improvisar/.”

El Septeto Nacional visitó, en 1933, la Feria Un Siglo de Progreso de Chicago; 76 años después vuelven a la ciudad de los vientos para presentarse en el Palacio Alhambra en un hotel muy fastuoso de estilo auténtico árabe con una mezquita en el escenario y una pista para dos mil asistentes. Allí fueron llamados Los Jimy Hendrix del son, en el periódico Chicago Tribune.

De Chicago pasaron a San Francisco donde tocaron en el lujoso espacio jazzístico Josys Club (entre los diez más famosos del mundo), donde alcanzaron un record de lleno completo, un día entre semana. En Los Ángeles se presentaron en el Sport Man Club, una sala polivalente con una pista inmensa para miles de bailadores.

En Miami tocaron en el Club Hoy como ayer (antiguo Nostalgia) de la calle 8 y 24. El periódico El Nuevo Heraldo tuvo que reconocer que la música cubana rompe barreras. “El Septeto nacional Ignacio Piñeiro es una victoria de la música cubana. Ignacio Piñeiro salió de casa una noche aventurera sólo para encontrar la inmortalidad. Yo también y me tropecé con el Septeto Nacional para suerte me encontré con la música de Ignacio Piñeiro” (Jorge Posada).

Puerto Rico acogió a la delegación musical cubana, en la vecina tierra le fue conferido un Diploma Por la Defensa de la Música. “Los salseros nos decían: -Nosotros estamos bien informados de la música cubana, nos presentaban colecciones de discos y libros; aman con pasión la música cubana. Volveremos nuevamente a los EE.UU, en este 2010. El son cubano crea adicción”, termina diciendo Ricardo Oropesa muy contento con este triunfo de la música cubana.

La música cubana nuevamente abre caminos en los países vecinos, rompe fronteras, nuestros músicos cabalgan por encima de las geografías y los cañones.