La Habana- Gabriel García Márquez estuvo una vez más en el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano con motivo del aniversario 25 de la Fundación. Con el famoso escritor pude platicar sobre música cubana.
A su llegada, en el Mercedes Benz, saludé al famoso escritor, le pregunté como siempre cómo le va con su colección de música cubana. “Como buen colombiano tengo una colección de música cubana que ya es incontable en ningún lugar del Caribe, que, sin embargo las he conseguido donde menos pudiera imaginarse, en los mercados de discos en la 10ª. Y la 14ª. de Manhattan y, con amigos de la música”.
Le pregunté por los discos de salsa y le prometí mi próximo libro que saldrá a la palestra sobre Los Reyes de la Salsa, de toda América. “Acepto la salsa, con la conciencia de que no es una nueva música, sino la continuación exiliada y sofisticada para bien de la música tradicional de Cuba. Cuba fuera una gran potencia, aún mayor, si contara con una industria musical y estuviera en los circuitos de la comercialización, pero el bloqueo no se lo permite. Yo tengo muchos discos de salsa. Rubén Blades me ha hecho el honor de poner música a algunos de mis cuentos. Fue una endiablada aventura. Nada me hubiera gustado más en este mundo que haber escrito la historia tremenda de Pedro Navajas”.
Le recordé a Gabriel que su país colombiano era uno de los fieles máximos del bolero y la música cubana. “Tengo conocimientos de que en Medellín, el Dr. García Bedoya atiende el Club de La Sonora Matancera. Yo también soy fanático a La Sonora Matancera, mi bigote se inspiró en el bigote de Bienvenido Granda, cantante de plantilla del conjunto cubano. Colombia tiene un gran mérito que pocos países le disputan, en muchas ciudades existen verdaderos coleccionistas de música cubana”.
Hablamos de la estatua de Lennon en La Habana que cumple diez años, que en un parque de 17 y 6, en El Vedado y me dijo que “es un símbolo, un surrealista, el visiónario de un mundo mejor –siempre lo digo-. Ellos contaminaron al mundo con una música sencilla, amable. Cuando los escuché por primera vez yo residía en San Ángel, donde no teníamos nada de comodidades, pero había disco negros de pasta, de los clásicos europeos y el primer disco de Los Beatles, que lo escuchaba hasta los escritores como Carlos Fuentes. Todos caímos en la trampa de la nostalgia que colorea nuestras vidas. A partir de entonces nada fue igual, todo fue más natural de lo que era antes. Yo estaba en esa etapa en que se está lleno de ilusiones y esperanzas”.
Le recordé al colombiano que siempre ha ido en la vanguardia musical de lo que ha estado pasando en el mundo. Cuando Pérez Prado dominaba el mundo en 1951, el periodista publicaba en El Heraldo de Barranquilla sendas crónicas dedicadas al Rey del mambo. “El Dámaso es inmortal, uno de mis ídolos más antiguos y tenaces como consta en esos archivos. El mambo hizo temblar los rascacielos de Nueva York, eso hay que publicarlo para que la gente sepa hasta dónde llegó ese loco sublime. Me alegra saber que se encargan de afirmar mi pasión por la música cubana y del Caribe muy bien correspondida”.
Sigo pensando que, tanto García Márquez como Alejo Carpentier, de no haber sido novelistas, serían los mejores cronistas de la música cubana. Aunque en parte, son de verdad dos especialistas verdaderos de la música cubana y latinoamericana.