La Tropical

Aniversario 55 del Salón más musical de América.

La Tropical en La Habana es un complejo de salones junto a merenderos, manantiales y bosques, alrededor de la cervecera de La tropical (Mamoncillo, Ensueño, Templo Indio). Pero el que más se extendió fue el Salón Rosado de La Tropical estrenado en 1954 (también le llaman ahora Salón Benny Moré). Se encuentra en la calle 41 y 42, Marianao, en la frontera del barrio de Buena Vista.

En 1954, La Tropical tenía espacio para unos diez mil asistentes, a diferencia del Palladium de Manhattan, Nueva York, que sólo podía recibir a mil parejas. Después de 1959 el espacio fue reducido a un salón para unas dos mil personas, pero, en momentos especiales han llegado a penetrar varios miles de asistentes. Es un salón parecido a una caverna, pero al aire libre, coronado por un una pista donde se sitúan algunas mesas en lo alto, desde donde se contempla el fabuloso espectáculo musical.

“Estos salones eran merenderos –me contó Juan Cruz- se crearon por las cerveceras para promover el paladar de sus cervezas que ofrecían en jarras con sabrosas empanadas . La gente asistía muy elegante, pero sin etiquetas, podían asistir en guayaberas o camisas deportivas. Además, era una opción popular para la gente más humilde”.
En La Habana desde el siglo XIX abundaban en la Habana Vieja unas escuelitas de baile y ya en el siglo XX se constituyen las academias de baile a la manera de las de New York, donde se bailaba por cinco centavos con una muchacha. Simultáneamente crean sociedades de negros, de blancos, de chinos y demás comunidades. En la colonia llegaron a contarse más de cincuenta bailes populares algo asombroso.

En La Tropical se reúnen a bailar negros, mestizos, blancos y chinos, todo mezclado, como “Heraldos” de la civilización. “Los negros son los mejores bailadores del mundo –me dijo en La Tropical Antonio Arcaño, monarca del danzón-, a nosotros nos gustaba tocar para ellos porque son los que marcan la pauta del paso del bailador, de los ritmos, ellos lo deciden todo. El negro baila toda la noche y del salón sale para el trabajo, para ellos lo primero es la diversión, el baile, la alegría”.

En el mítico salón se presentaron los grandes todos: Benny Moré, Arsenio, Arcaño, Aragón, Sensación, Neno González, Joseíto Valdés, Melodías del 40, Jóvenes del Cayo, Chapottín y sus Estrellas, Chocolate, Sublime, Pello el Afrokán, Ritmo Oriental, Rumbavana, La Monumental, Reyes 73, Los Latinos, Irakere, el Team Cuba de la salsa de los 90 con las siete bandas más resonantes: Los Van Van, Adalberto, Revé, NG La Banda, Charanga Habanera, Paulo FG, Dan Den, etc.

“La Tropical es el termómetro de la música bailable cubana –revela Juan Formell, rey de la salsa-, no es cierto que el termómetro sea, como dicen algunos: La Trocha de Santiago de Cuba, porque las orquestas llegan allá cuando ya son altamente populares en La Habana. Cuando una banda estremece La Tropical, ya llegó a la consagración, y eso no lo logra cualquiera”.
La Tropical dejó para la historia el record Guinness de “El son más largo del mundo”, en pleno Boom de la salsa en 1997. Cinco días (cien horas) miles de músico y un centenar de agrupaciones impusieron un record para la historia. Considero que este acontecimiento –desconocido para muchos musicólogos-, fue el hito más importante de la historia de la música popular bailable cubana.

También se grabó, en enero del 2003, en este salón, a todo color, el tremendo concierto vanguardista de Habana Abierta (timberos en buena medida). El concierto quedó para la historia con un documental de Arturo Soto, producido por Jorge Perugorría.

“La Tropical tiene una magia, -dice Adalberto Álvarez-, tiene un aché, tocar allí es como jugar al béisbol en el Latinoamericano de la capital, un jonrón en el Latino es más sensacional; igual un triunfo en La Tropical es lo más grande mi hermano. No olvides que en La Habana hay una tradición bailable de cientos de salones y sociedades, La tropical es el reflejo de esa historia musical”.

La meca del baile cubano ha atravesado por muchos avatares, a diferencia del Palladium de Nueva York, que dobló las campanas en 1966, el salón de La Tropical -cerrado muchas veces-, se mantuvo contra viento y marea frente a los detractores que vieron en estos salones el “lado oscuro”, como dice el trovador Carlos Varela.
Pero yo recuerdo que Alejo Carpentier escribió en la revista Actual (1929), “pese a la aureola de perversidad, creada por gentes viejas y fácilmente escandalizables, los salones de baile y los cabaret ha traído consigo un notable saneamiento de costumbres. ¡Defendamos los bailes populares contra los detractores! ¡Amemos los ritmos bailables de Cuba! ¡Disfrutemos de la alegría del pueblo! ¡Bendita sea la estirpe de Papá Montero y María la O! Que siga presente el espíritu garboso, ocurrente y “chévere” de Papá Montero, el ñáñigo de bastón y canalla rumbero...Por suerte ahí está el pueblo impermeable que sigue concurriendo a los bailes a “rajar la leña con la Mateodora”, enfrentando con resistencia las influencias extrañas”.